En la actualidad el mundo atraviesa por una crisis, a la que algunos le han dado el calificativo de sistémica, con implicaciones climáticas, ambientales y alimentarias, y cuyos impactos son sufridos en mayor medida por los países más vulnerables, aquellos que no tienen capacidad para reaccionar a los embates de altas precipitaciones, altas temperaturas, inundaciones, sequías, incendios, huracanes, o cualquier otro evento de carácter desastroso.
Dentro de toda esta ecuación, hay un aspecto que tiene implicaciones tanto desde el punto de vista de las causas, como de las consecuencias, y se trata de las actividades de producción de alimentos de origen vegetal y animal. El caso es que las actividades agrícolas y pecuarias en muchas ocasiones están asociadas a procesos de deforestación, contaminación del agua y del aire, emisión de gases de efecto invernadero y afectación de la salud humana, y por otra parte, la producción de alimentos de origen vegetal y animal se ve afectada precisamente por eventos desastrosos, como los antes mencionados.
El uso creciente e indiscriminado de plaguicidas o agrotóxicos ha sido uno de los pilares del modelo de agricultura industrial. Estos incluyen insecticidas, fungicidas, herbicidas, acaricidas y defoliantes, entre otros. Debido a los daños colaterales que estos han ocasionado, tanto al ambiente como a la salud humana, se ha producido una reacción generalizada en diferentes países del mundo.
Como alternativa a los agrotóxicos, el modelo agroecológico plantea el uso de los llamados bioinsumos y abonos orgánicos, entendiendo que los primeros son productos derivados de microorganismos (bacterias, algas y hongos) y partes de plantas (hojas, flores, tallos y raíces), por lo que se habla de biofertilizantes, bioestimuladores y bioplaguicidas; mientras que los segundos son compuestos obtenidos a partir de la degradación de residuos de origen vegetal, animal y mineral, para ser incorporados al suelo.
En el punto en que se está, de este fin del primer cuarto del siglo XXI, se puede decir que existe una suerte de coexistencia entre el modelo de agricultura industrial y el modelo agroecológico, pero también existe una pugna entre ambos modelos, ya que al final de cuentas, todo tiene un contexto territorial, y el uso de bioinsumos y abonos orgánicos en un territorio específico, significa el no uso de agrotóxicos en el mismo.
Por Alfredo Portillo
· alportillo12@gmail.com
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