Durante por lo menos 50 años, los venezolanos se han familiarizado en la escuela con un mapa color verde que representa al territorio de Venezuela, y que adicionalmente tiene, al este, una franja vertical pintada con unas rayas que aluden a una zona en reclamación, también llamada Guayana Esequiba.
Han sido muchas las tareas escolares que maestras y
profesores han asignado a los estudiantes, relacionadas con un tal
Laudo Arbitral de París y con un tal Acuerdo de Ginebra, que tienen que
ver con los derechos que Venezuela tiene sobre el territorio de la Guayana
Esequiba.
En ocasiones se publicaba alguna noticia que hacía
referencia al tema de la disputa territorial entre Venezuela y Guyana, ante lo cual algunos políticos se pronunciaban,
mientras que algunos historiadores,
geógrafos y juristas, daban a conocer su
opinión autorizada.
De manera general se sabe que el territorio de la Guayana Esequiba
tiene una extensión de unos 160 mil kilómetros cuadrados, donde hay unos 125
mil habitantes, la mayoría de ellos pertenecientes a etnias indígenas. También
se sabe que este territorio en disputa
es rico en bosques, biodiversidad, agua y recursos energéticos y mineros.
Un buen día, la dinámica de la geopolítica mundial se hizo
presente. Grandes empresas que se dedican a explorar y explotar recursos
petroleros, gasíferos y mineros, para satisfacer las demandas de las sociedades
de los países desarrollados y emergentes, se abalanzaron sobre la Guayana
Esequiba, subvirtiendo la calma que imperaba hasta entonces.
De un lado y del otro del territorio de la Guayana Esequiba,
se pusieron entonces en marcha intensos
procesos de propaganda, contrapropaganda, movilizaciones sociales y políticas,
advertencias y amenazas, y desplazamiento de tropas militares. Las rivalidades
de poder en el territorio, esas de las cuales la geopolítica se encarga de
estudiar, se manifestaron plenamente. La película de Richard Fleisher, “Cuando
el destino nos alcance”, empieza a ser vista de nuevo.
Por Alfredo Portillo
alportillo12@gmail.com
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