En el contexto de la geografía de las organizaciones internacionales, hay una que destaca por su extensión territorial, por su peso demográfico, por su capacidad económica y energética, por su poderío militar y por su diversidad cultural y religiosa.
Se trata de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), la cual está conformada por nueve Estados miembros de pleno derecho (China, India, Irán, Kazajistán, Kirguistán, Pakistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán) y tres Estados observadores (Afganistán, Bieolorrusia y Mongolia). Es la organización internacional más representativa del mundo euroasiático.
La OCS es una organización del siglo XXI que apunta a contribuir a la construcción de un mundo más estable y más pacífico. Porque los Estados miembros actuales (y los que se unirán en el futuro) están llamados a lidiar con sus mutuas diferencias y rivalidades, y con las diferencias y rivalidades que este bloque euroasiático tiene con otras regiones y alianzas del mundo.
Concentrar
el 50 % de la población mundial, el 30 % del PIB mundial, grandes reservas energéticas, un poderoso arsenal nuclear y la influencia de religiones como el
cristianismo, el islamismo y el hinduismo, obligan a concertar, a dialogar y a
cooperar.
La palabra clave en la gestión de la OCS no es otra que ‘estabilidad’. Porque de lo que se trata es
de lograr y garantizar la estabilidad política interna de los Estados miembros,
y eso pasa necesariamente por lograr una estabilidad económica, para poder
enfrentar los retos del desarrollo económico integral y los retos que plantea
la crisis climática y ambiental en general.
Está claro que los Estados miembros de la OCS tienen libertad de acción
para desarrollar sus propias estrategias de política exterior dirigidas a otros
países y regiones del mundo, pero siempre en procura de fortalecerse
individualmente y fortalecer la alianza como tal. Por un mundo más estable.
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