Y es que resulta absolutamente incomprensible la política ambiental que llevó adelante el ahora expresidente Donald Trump, como dejando a la deriva los destinos de la humanidad toda, tomando en cuenta el peso económico y militar que, en el contexto global, aún tiene Estados Unidos. Por tal razón, no queda más sino aplaudir el reencauzamiento iniciado por la administración Biden-Harris.
Porque no se trata únicamente de la contribución que pudiera hacer Estados Unidos, como nación y como sociedad, a reducir los números globales de los dos indicadores arriba señalados, sino que se trata también de los enormes esfuerzos de coordinación que hay que hacer junto con unidades geopolíticas líderes como Naciones Unidas, Unión Europea, Rusia, China, India, entre otras, para conciliar políticas e iniciativas en la dirección correcta.
Ya a estas alturas, cuando se transita por el comienzo de la tercera década del siglo XXI, muchos de los efectos del cambio climático no se podrán evitar, por lo que hay que pensar en cómo se va a lidiar con eventos como inundaciones, sequías, nevadas, incendios forestales, entre otros, que ocurrirán en diferentes países y regiones del mundo, con consecuencias desastrosas para grandes masas humanas.
Es decir, la tarea que está pendiente en el plano de las exigencias globales, es la conformación de una coordinación operativa global para hacerle frente a lo que está por venir y, no hay duda, que la contribución de Estados Unidos en ese sentido será decisiva.
Por Alfredo Portillo
alportillo12@gmail.com
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