En marzo de 2019 el presidente de China, Xi Jinping, y el primer ministro italiano, Giuseppe
Conte, firmaron en Roma un memorándum de entendimiento para la incorporación de Italia al gran
proyecto chino del siglo XXI, conocido
como la Nueva Ruta de la Seda, lo que
representaría para el país europeo inversiones y oportunidades
comerciales por miles de millones de euros. El horizonte, en ese momento, lucía
brillante y despejado.
Nadie podía imaginar, en ese marzo de 2019, que un año
después, ese horizonte iba a presentarse opaco e incierto. La crisis desatada
por la pandemia del coronavirus ha puesto en jaque, al menos transitoriamente,
ese futurista acuerdo. Italia, y en particular la norteña región de Lombardía,
se han convertido en la catapulta del pernicioso virus surgido en la ciudad de
Wuhan, en la provincia de Hubei (China).
Y es que pareciera
que el fatal destino escogió a la
región más próspera y densamente poblada de Italia, a Lombardía, entrada al
norte de Europa, para diseminar, por
todo este continente, por África y por América, la contagiante
enfermedad del coronavirus. Para ello ha servido como contexto socio económico cultural,
la frenética vida de eventos deportivos, musicales y de otros tipos que
caracteriza a los europeos, y las conexiones aéreas entre las principales
capitales europeas y las principales ciudades de África y América.
Cuando ya estamos cerrando el mes de marzo de 2020, los
reportes de la Organización Mundial de la Salud dan cuenta de más de 500 mil
infectados y más de 20 mil fallecidos en todo el mundo, como saldo rojo que hasta
ahora desprende la pandemia del coronavirus. Las cifras de la economía mundial
y de las economías nacionales, familiares y personales, también se están
expresando en números rojos. Habría que pensar por qué el destino escogió a
Lombardía.
Por Alfredo Portillo
alportillo12@gmail.com