A comienzos de este mes de octubre fue lanzada en Madrid la nueva novela del Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas
Llosa, la cual lleva por título Tiempos Recios. En la rueda de prensa que ofreció,
el laureado escritor peruano estuvo acompañado por Pilar Reyes, directora de la
Editorial Alfaguara, quien fungió como presentadora.
En sus palabras introductorias Vargas Llosa habló sobre cómo
surgen sus novelas, bien a partir de un encuentro con una persona, o por
algo que ve, o por algo que lee. En este
caso, Tiempos Recios surge como resultado de
una historia que le contó el también literato dominicano Tony Raful,
durante una cena a la que ambos asistieron hace unos tres años en Santo
Domingo.
La historia que le contó Raful a Vargas Llosa tiene que ver con el papel que
jugó el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo en el derrocamiento del
presidente de Guatemala, Jacobo Árbenz, en el año 1954, y la amistad que tenía
Trujillo con quien comandó el golpe contra Árbenz, el coronel Carlos Castillo
Armas. A partir de esta historia, Vargas Llosa escribió Tiempos Recios.
Como contribución a
la interpretación novelada de ese período histórico de Guatemala y de América Latina,
Vargas Llosa considera que el derrocamiento de Árbenz –acusado
erróneamente de ser comunista–, como
producto de una conspiración montada por la CIA de Estados Unidos, a través del
dictador Trujillo, significó un golpe mortal a una experiencia democrática y de
reformas liberales que se estaban dando en el país centroamericano, lo que a la
postre se tradujo en el fortalecimiento,
entre las juventudes latinoamericanas, de la opción de la lucha armada y
el camino revolucionario.
Vargas Llosa, al reivindicar a Árbenz y su programa de
gobierno, considera que fue un error del gobierno estadounidense, presidido por
Dwight Eisenhower, el haber contribuido
al derrocamiento del presidente
guatemalteco, cortándole las alas, en medio de la Guerra Fría, a esa
experiencia democrática. Más de seis décadas después de ese nefasto
acontecimiento, Vargas Llosa lo lamenta profundamente, al ver a América Latina sumida entre gobiernos, a los que él califica, bien como democracias imperfectas
populistas, o bien como dictaduras ideológicas.
Por Alfredo Portillo
alportillo@ula.ve