Recientemente se difundió la información,
según la cual, un atacante suicida estrelló su coche bomba contra la Embajada
de China en la República de Kirguistán, en Asia Central, causando su propia muerte e
hiriendo a tres trabajadores de esa sede diplomática. Este evento ha llamado la
atención de los analistas debido a que ocurrió en un país que limita con la
región china de Sinkiang, donde la etnia uigur mantiene una resistencia al
régimen de Beijing (ver en esta misma
página el artículo El desafío geopolítico de los uigures en China).
Kirguistán es un país de unos 200 mil km² y de 6 millones de habitantes, que limita con
la República Popular de China, Kazajistán, Uzbekistán y Tayikistán. Es
considerado por Engdahl (“Kyrgyzstan as a Geopolitical Pivot in Great Power Rivalries”)
como un área pivote, según la teoría de Halford Mackinder, con implicaciones
estratégicas para la seguridad militar a través del Heartland euroasiático,
desde China a Rusia y más allá, y para el futuro de Estados Unidos en
Afganistán y Asia Central.
En el plano interno el territorio de
Kirguistán está dividido en ocho provincias
(ver mapa anexo de
http://tlfq.ulaval.ca), siendo las más pobladas Osh, Jalal-Abad, Biskek
y Chuy, que concentran aproximadamente el 75 % de la población. Desde el punto
de vista geopolítico las ocho provincias kirguises definen un clivaje
sur-norte, con un sur agrícola, islamizado y con orientación hacia Uzbekistán,
versus un norte más industrial, rusificado y con orientación hacia Kazajistán. En tal contexto, el reto de Kirguistán es reafirmarse como
Estado-nación en un mundo globalizado, para lo cual la valoración de la cultura
kirguís, incluyendo la promoción del idioma kirguís, serán fundamentales.
Por Alfredo Portillo
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