La hermana República de Colombia se
encamina hacia la realización, el próximo 2 de octubre, del plebiscito que le
permitirá a unos 30 millones de colombianos con derecho a voto, opinar sobre
los acuerdos alcanzados en La Habana. La pregunta sobre la que deberán emitir
un SI o un NO, es la siguiente: ¿Apoya usted el Acuerdo Final para la
terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera? Independientemente
de cuál sea el resultado, ya los principales actores en conflicto han dado un
paso hacia adelante. Ya existe una voluntad de terminar el conflicto e iniciar
un proceso de construcción de la paz.
Por supuesto que no se está ante un
escenario sencillo. A la terminación del conflicto hay que darle varias lecturas.
Porque una cosa es terminar el conflicto armado, su contenido bélico, y otra
cosa muy diferente es terminar el conflicto social que subyace en la sociedad
colombiana. No hay que olvidar que, en cierta forma, Colombia es un país muy
frágil. El desempleo en el país vecino es del 12% y el
subempleo supera el 50%, con una población que llega ya a los 48 millones de
habitantes, de los cuales el 43% se ubica en la condición de pobreza, s olvidar
que el número de colombianos desplazados
supera los 5 millones.
A la construcción de la paz también hay que
verla desde diferentes ópticas. Porque la paz no será únicamente el silencio de
los fusiles, sino también el cese del llanto de millones de colombianos que
claman por una sociedad más justa y equitativa. Hay que recordar que Colombia es
uno de los países en el mundo con mayores niveles de desigualdad desde el punto
de vista socioeconómico. La propiedad de la tierra con vocación agrícola está altamente concentrada en pocas manos.
Millones de indígenas, campesinos y afrocolombianos también quieren compartir
la riqueza que se aprecia en algunas zonas de la gran Bogotá.
Por Alfredo Portillo
alportillo@ula.ve
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