Recientemente falleció, a los 92 años de
edad, EgonBahr, político socialdemócrata alemán, cuyos aportes como negociador fueron claves
para poner fin a la Guerra Fría del siglo XX, justamente cuando en Europa se desarrolla la guerra del siglo
XXI. Lo más seguro es que Bahr, ya nonogenario, debe haberse ido a la eternidad
con una serie de interrogantes, dados los acontecimientos que están en curso.
Y es
que en la Europa actual
el espíritu de Clausewitz está presente. La guerra como expresión de la
política por otros medios, o la política como expresión de la guerra por otros
medios. Lo cierto de todo es que la guerra, bajo múltiples modalidades y en
diferentes escenarios, sacude a la Europa de las muchas nacionalidades y
nacionalismos.
Bien sea en Ucrania, en la frontera con
Rusia, donde se reproducen las escenas bélicas de la Primera Guerra Mundial y
de la Segunda Guerra Mundial del siglo XX; o en Grecia, donde la guerra financiera somete al pueblo heleno; o en
España y Bélgica, donde se incinera la producción agrícola que no puede ser
enviada a su destino final, como resultado de las medidas tomadas por Rusia en
el marco de una guerra comercial; o en la Gran Bretaña, donde el Primer
Ministro Dave Cameron anuncia que dispondrá de más guardias y perros para
impedir que los inmigrantes africanos lleguen a territorio británico; lo mismo
que intenta hacer el Primer Ministro de Hungría, VictorOrban, al ordenar la
construcción de un muro de 170 kilómetros de longitud, en la frontera con
Serbia, para cerrarle el paso a los inmigrantes sirios, afganos y yemeníes; o,
los jóvenes franceses y alemanes que se han ido a luchar en las filas del
Estado Islámico; o la situación de máxima alerta y de paranoia policiaca que se
vive en los aeropuertos europeos, donde
todas las personas que circulan por sus pasillos,
son sospechosas de estar en guerra.
Por Alfredo Portillo
alportillo@ula.ve
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