Después de las palabras que pronunciara el
empresario comunista chino Liang Wengen, en la reunión que recientemente
sostuvo en Caracas el gobierno venezolano con empresarios chinos, y después de
escuchar el entusiasmo mostrado en una entrevista televisada por Antonio Lee
Ng, Presidente de la Federación de Asociaciones Chinas de Venezuela, con
relación al futuro del mercado de consumo venezolano, y luego de escuchar al
Presidente Nicolás Maduro preguntarle a un sorprendido Iván Gil, Ministro de Agricultura y Tierras,
en una jornada agrícola realizada en el Fundo El Charcote (estado Cojedes), por
qué en Venezuela no producimos nuestros propios rubros agrícolas, sólo queda
plantearse la posibilidad de que China, como tabla de salvación,
suministre en el futuro, de manera
masiva, los diferentes productos que requiere la población venezolana.
El caso es que, dada la incapacidad
mostrada por el aparato productivo público-privado venezolano, tanto industrial
como agrícola, y dada la necesidad que tiene la pujante economía china de incrementar
sus exportaciones, a lo que se une la dependencia financiera que del gigante
asiático tiene ahora Venezuela, y el interés estratégico que para la economía
china tienen los recursos naturales energéticos y minerales venezolanos, no es
descabellado pensar que estamos en la ruta que conduce inevitablemente al
incremento determinante de la influencia de China en territorio venezolano.
Y es que la dinámica geopolítica nacional,
regional y mundial están llevando a Venezuela a ser escenario de la disputa que
libran las grandes potencias tradicionales y emergentes (Estados Unidos, Rusia,
Alemania, Japón, China, entre otras) por el control de los diferentes
territorios que representan mercados de consumo y suministro de materias primas,
ante lo cual nuestro país ya no tiene mucho margen de maniobra, por lo que tendrá que ceder autonomía y soberanía, a una
o a otra potencia. En este caso, China está sentada en
uno de los lados del tablero de ajedrez geopolítico, en espera de ejecutar la
próxima jugada.
Por Alfredo Portillo
alportillo@ula.ve
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