Desde este lado del mundo, desde América
Latina y El Caribe, donde hay unos 400 mil seguidores del budismo, la
percepción que se tiene de esta religión está asociada a la espiritualidad, al
desarrollo personal y a la paz. El símbolo que más identifica al budismo son los monjes budistas que visten una túnica color azafrán
y conservan la cabeza rapada.
Con respecto a las ideas sociopolíticas del budismo,
Phramahachanya Khongchinda, en su libro “The Buddha’s Socio-Political Ideas”,
señala lo siguiente: “Aunque la
atmósfera sociopolítica moderna alrededor del mundo está llena de violencia,
chauvinismo y competencia, las ideas sociopolíticas del Dhamma (normas, leyes,
virtudes) apoyan la no violencia, el mutuo entendimiento, el interés común y la
coexistencia pacífica”.
Visto lo anterior, pareciera un
contrasentido hablar de violencia budista. Sin embargo, en estos días que
transcurren, el fenómeno de la violencia budista está presente en el territorio
de Myanmar, país ubicado en el sudeste asiático, cuya población, que se estima
está por el orden de los 50 millones de habitantes, es en un 90% seguidora del budismo. El caso es que en
Myanmar, donde el proyecto político dominante
de unidad nacional se basa en tres elementos (una país: Myanmar, una
religión: el budismo, y una lengua: el birmano), los monjes budistas han estado
promoviendo acciones violentas contra algunas minorías étnicas seguidoras del
islam.
Lo interesante de este fenómeno es que, a
pesar de la proclamada paz del budismo, aspectos territoriales específicos
conducen a violentar la paz. La violencia contra las minorías étnicas
musulmanas es justificada con un razonamiento eminentemente geopolítico. Las
siguientes expresiones voceadas por monjes budistas son evidencia de ello: “Yo
predico esto para proteger nuestra gente, religión, cultura y país… La
soberanía nacional es más importante que la imagen del budismo… Somos la respuesta
a la invasión musulmana que sufre Myanmar, y nuestro objetivo es defender al
país de ella…”. El hecho concreto en
todo esto es que, la población musulmana de Myanmar, que representa tan sólo
el 4% del total, es vista como una
amenaza para el predominio del proyecto hegemónico birmano-budista, porque
seguramente que los monjes budistas están pensando en el largo plazo.
Por Alfredo Portillo
alportillo@ula.ve
Quedo un tanto impresionado pues como Ud., lo afirma, "pareciera un contrasentido hablar de violencia budista" ya que generalmente hemos leído, visto y oído hablar de la violencia contra el budismo como el caso de dominio de China en Tíbet, el cual viene de la importancia geopolítica del Tíbet desde la invasión inglesa a Lhasa, en 1904 (Gran Bretaña realizó dos invasiones en Tíbet, en 1888 y durante 1903 y 1904, en un intento por desarrollar una exclusiva influencia colonial. Véase información on line en: http://spanish.people.com.cn/31621/6387614.html). Sin embargo, con el contexto de fondo global que yace en el tratamiento político, ideológico, cultural y religioso relativo al llamado terrorismo, en el cual organizaciones como EI o ISIS que atacan a otras etnias e iglesias con violencia radical, no podemos sino estar preocupados por la magnitud del problema, la ignorancia de los defensores y seguidores de tales sectas y la incapacidad humana por resolver los grandes problemas que aun arrastramos desde el oscurantismo feudal y la barbarie colonialista del hedonismo. .» Permitame compartir el poema “Reflexión” que Hermann Hesse envió a Thomas Mann en Suiza, el 26-XI-1933, y que guarda relación con la neutralidad en el campo político, repetidas veces atacada por los "emigrantes", del escritor:
ResponderBorrar«…Pero somos mortales, hechos de barro, /la inercia de una pesada carga nos abruma./ Arduo es su camino, /pecado y muerte, su alimento, /a menudo se pierde en la oscuridad, /a menudo preferiría no haber sido creado. /Pero sobre él resplandece siempre su misión /y su destino: la luz, el espíritu./ Y sentimos que es a él, el acosado por el peligro, /a quien ama el Eterno con amor singular. /Por ello no es posible amar. /erráticos hermanos, /en toda desunión
Un año después de que acabase la Segunda Guerra Mundial, se le otorga el Premio Nobel de Literatura, como "un reconocimiento del idioma alemán y de la aportación alemana a la cultura". En una carta escrita a su mujer Ninon, Hesse se expresa con pesar: "Que el diablo se lleve ese maldito asunto." Teme la oleada prevista de telegramas y cartas, y hasta de enemigos sin querer o de envidiosos e ignorantes). Gracias por compartir.