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jueves, 15 de enero de 2015

Charlie Hebdo en el contexto de una guerra

Al parecer la rama yemení de Al Qaeda ha reivindicado el mortífero ataque que sufrió el semanario francés Charlie Hebdo, lo que viene a convertirse en una acción más de guerra contra objetivos occidentales por parte de esta organización de resistencia islámica. El ataque, según los voceros de Al Qaeda en Yemen, se debió a las ofensas que se habían lanzado desde  el satírico medio de comunicación francés contra el Profeta Mahoma y el Islam en general.
Tal como han ocurrido los hechos, se podría interpretar que Al Qaeda, basada en un razonamiento de guerra, seleccionó el blanco, planificó la  operación militar y la ejecutó de manera que provocara el mayor daño posible e impactara a la sociedad francesa y al mundo en general. Al considerar como objetivo militar a Charlie Hebdo, Al Qaeda debe haber concluido que las opiniones emitidas en este medio de comunicación francés, también eran acciones de guerra, dada la influencia que dichas opiniones podían tener en la sociedad francesa, tomando en cuenta que unos 6 millones de franceses profesan como religión al  Islam.
Hay que tomar en cuenta que Al Qaeda, según se puede apreciar en el mapa anexo, tiene presencia en países y zonas de población mayoritariamente musulmana, como en el norte, oeste y oriente de África, sur de la Península Arábiga, norte del Medio Oriente y centro y oeste de Asia, por lo que al reivindicar el ataque a Charlie Hebdo, también le está enviando un mensaje a todos los musulmanes del mundo.
A todas estas, llama tremendamente la atención la posición asumida por el Papa Francisco, quien después de visitar en el sudeste asiático a Sri Lanka, cuya sociedad es multiétnica y multireligiosa, al referirse al caso de Charlie Hebdo, declaró lo siguiente: “"No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás. No se le puede tomar el pelo a la fe. No se puede", y agregó: “Si alguien dice una mala palabra en contra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo".  Todo esto, a propósito de la ilimitada libertad de expresión.

Por Alfredo Portillo

alportillo@ula.ve

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