En 1997 publiqué el pequeño libro “Notas
Geopolíticas Contemporáneas”, cuyo contenido es la recopilación de una serie de
artículos de opinión que había publicado en algunos diarios regionales y
nacionales de Venezuela. Uno de los artículos se titula “La inmigración como
problema geopolítico”, el cual mantiene vigencia, dada la realidad geopolítica
actual. He aquí la primera parte de su texto:
La cantidad de población de un país varía
en función de los que nacen, los que mueren, los que emigran y los que inmigran.
En este último caso se habla de la población proveniente de otros países que
ingresa (para quedarse) en un territorio nacional. La inmigración, dependiendo
del contexto socioeconómico en que se esté, puede ser una necesidad económica
(mano de obra especializada o barata) y demográfica (para poblar espacio
vacíos), y por lo tanto contribuye al enriquecimiento de una nación. De modo
contrario, la inmigración también puede agravar los males que afectan a una
sociedad: desempleo, hambre, inseguridad, falta de identidad nacional,
etc. Por eso es que el gobierno de un
país, como política poblacional, puede estimular o desalentar la inmigración.
Lógicamente, para ello requiere conocer apropiadamente los índices y procesos
demográficos que se dan sobre su territorio.
Visto lo anterior, se puede hablar entonces
de la inmigración como problema geopolítico, ya que la misma tiene que ver con
diferentes Estados, fronteras, ciudadanos extranjeros y nacionales, y con la
rivalidad que se da por el control de los espacios. En esos espacios se generan
disputas por el control de las actividades económicas y por el acceso a los
servicios, lo cual contribuye a que sus pobladores adopten ciertas actitudes y
tengan determinadas opiniones, lo que en última instancia se puede traducir en
opiniones electorales que puedan favorecer a una u otra organización política.
En la actualidad este tema es objeto de
estudio en importantes centros de investigación en diferentes partes del mundo.
En Europa algunos países están confrontando serios problemas derivados de los
inmigrantes. En Alemania, por ejemplo, después de la caída del muro de Berlín,
las solicitudes de ingreso presentadas por habitantes de Europa Oriental
sobrepasaron las 500.000 en 1992, con lo cual se agrava aún más la ya difícil
situación creada por los inmigrantes turcos y kurdos. Eso ha provocado
tensiones internas y el fortalecimiento de grupos políticos de extrema derecha.
Algo similar ocurre en Francia con los inmigrantes procedentes del norte de
África, pero con el adicional de que la prédica islámica fundamentalista contra
Occidente, está surtiendo sus efectos en comunidades
argelinas y marroquíes asentadas en territorio francés desde hace varios años.
Por Alfredo Portillo
alportillo@ula.ve