Ayotzinapa, la pequeña localidad capital
del municipio Tixtla, ubicada en la
región central del suroccidental estado
de Guerrero, en México, es el epicentro de un acontecimiento comunicacional que
recorre el mundo. De allí, de Ayotzinapa, son los estudiantes de la Escuela
Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, que presuntamente fueron asesinados e
incinerados por el grupo criminal Guerreros Unidos, luego de su desaparición
forzosa ordenada por el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, el pasado 26 de
septiembre. Al menos, esa es la versión que oficialmente ha dado a conocer, el
pasado 7 de noviembre, el propio gobierno de México, en palabras del Presidente Enrique Peña Nieto.
Tal como se han desarrollado los
acontecimientos, pareciera que la presunta muerte de los 43 estudiantes de
Ayotzinapa se sabía desde el mismo día de su desaparición forzosa, como lo
informó el sacerdote Alejandro Solalinde, el pasado 19 de octubre, pero debido a la crueldad del hecho y al impacto que lógicamente tendría en la sociedad
mexicana, se puso en marcha una operación comunicacional quirúrgica para
revelar la verdad en una fecha próxima al viaje que tendría que emprender Peña
Nieto a China, para asistir al Foro de Cooperación EconómicaAsia-Pacífico(APEC), para continuar luego a Australia, donde asistirá a la Cumbre de Líderes del Grupo de los 20.
Y es que Peña Nieto, y la clase gobernante
mexicana, esperan que el transitorio efecto comunicacional de la masacre
de Ayotzinapase diluya en el tiempo, y
quede como una más de las tantas masacres que se cometen en México, gracias a
la complicidad entre las fuerzas de seguridad y las organizaciones del crimen
organizado. Peña Nieto y la clase gobernante mexicana, saben perfectamente que
mientras ellos buscan consolidar los objetivos de “desarrollo” de México en un
contexto geopolítico global, la “paz social” en el territorio mexicano sólo es
posible conseguirla a sangre y fuego, acallando todas las voces que se alzan y
resisten, como es el caso de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, quienes
simplemente cometieron el pecado de ponerse
en medio del camino de factores políticos formales y factores del crimen
organizado, que se disputan el control de territorios locales y regionales, al
suroccidente de México, bien distante de China y de Australia
.
Por Alfredo Portillo
alportillo@ula.ve
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